En Reino Minerales nos apasionan las rocas naturales, las piedras preciosas y las semipreciosas. ¿Quién no se ha quedado atónito al vislumbrar la deslumbrante belleza de un diamante? ¿Quién no ha sentido una extraña pasión al perderse en el rojo brillo de un rubí? Brillantes, granates, esmeraldas, zafiros y demás gemas proceden de la naturaleza; sin embargo, sus orígenes son mucho menos conocidos. En este artículo vamos a ahondar en el origen químico, geológico, geográfico y humano de las gemas. Más información en reino-minerales.es.

El origen químico de las gemas


Las piedras preciosas aparecen en bruto en la naturaleza. Gracias al trabajo de gemólogos expertos y maestros en joyería, el material mineral se talla sacando a relucir todo su potencial. Es este proceso el que le atribuye esas apariencias relucientes, con aristas definidas y toques etéreos. Claro está, no todos los materiales procedentes de la Tierra tienen estas características cristalinas. El secreto detrás de estas estructuras minerales son los enlaces covalentes, uniones químicas mediante las que los átomos de diferentes elementos establecen vínculos muy robustos entre ellos. Estos enlaces conforman moléculas que, a su vez, se apilan siguiendo una estructura predeterminada. Esta es la que confiere forma a los cristales de piedras preciosas y semipreciosas. Por ejemplo, los cristales de cuarzo disponibles en la tienda de litoterapia de Reino Mineral tienen estructura hexagonal. Entre las piedras preciosas, las estructuras cristalinas más comunes son la cúbica (diamantes), la hexagonal (esmeralda) y la trigonal (rubí y zafiro). En cuanto a las piedras semipreciosas, el sistema triclínico (turquesa), el ortorrómbico (topacio), el amorfo (ópalo y jade) o el tetragonal (circón) son algunos de los más habituales. Finalmente, en lo tocante a la composición química, las piedras preciosas y semipreciosas tienen las más variopintas procedencias. Mientras que el brillante es carbono puro, otras piedras naturales empleadas como pedrería son silicatos u óxidos de aluminio. Descontada la parte pura de estos cristales, las impurezas también tienen su importancia, pues la presencia de otros elementos en proporciones pequeñas puede cambiar el tono, tal como pasa con el espectro del diamante, que va del blanco al negro.

El origen geológico de las piedras preciosas


Las piedras preciosas forman parte de la gea, el conjunto patrimonial de rocas y minerales que encontramos en la naturaleza de nuestro planeta. Así, resulta evidente que todas las joyas han sido antes parte de la Tierra y de su paisaje. En todo caso, estos cristales no estuvieron siempre allí. Al contrario, son testigos de largos procesos geológicos sin los cuales nunca hubieran llegado a existir. De ahí que los geólogos sean capaces de apreciar la belleza de los especímenes desde un ángulo diferente. Los diamantes son un claro ejemplo de esto que aquí se expone. Aunque su obtención puede lograrse en laboratorio usando potentes prensas, lo que realmente resulta fascinante es su misteriosa formación en el manto de la Tierra. El proceso no ha podido ser observado directamente, claro está, pero se teoriza que las erupciones volcánicas a gran profundidad son las causantes de tan maravillosas formas, brillos y colores. Solo allí la presión es suficiente para que el carbono pueda reestructurarse en este alótropo. Las esmeraldas, por su parte, también tienen un origen geológico volcánico. A diferencia de los diamantes, los mayores depósitos de esmeraldas se encuentran en cadenas montañosas como los Andes o los Urales. Esto apunta a un posible vínculo con las placas tectónicas. Este fenómeno está bien documento en el caso de los rubíes, cuyas minas más prolíficas se encuentran en la cordillera del Himalaya. La formación de los zafiros es más rara, si cabe, pues están vinculados a las rocas calizas expuestas a procesos magmáticos a gran profundidad; por lo tanto, sus yacimientos son muy escasos. Existe toda una retahíla de piedras semipreciosas, cada una con unos requerimientos de cristalización muy concretos. Dado que las condiciones para su aparición son tan exigentes, es lógico ver por qué los precios de estos cristales son tan elevados en el mercado: es esperable que su disponibilidad sea muy limitada.

El origen geográfico de las piedras preciosas


Hay minas de piedras preciosas dispersas por todo el mundo. En Sudáfrica se encuentra una de las más famosas minas de diamante. En las cercanías de Kimberley, se extrae en una cantera la kimberlita, una roca que, en raras ocasiones, puede venir acompañada de un lindo diamante. Los brillantes también se extraen en la vecina Botsuana, donde la mina a cielo abierto de Letlhakane ha visto nacer 1.2 millones de quilates desde que abrió en 1975. Eketi, en Canadá; Catoca, en Angola; Argyle, en Australia; y Yubileyny, en Rusia, completan la lista de orígenes geográficos más comunes de los diamantes. En cualquier caso, hay otras minas menores, como la mina española de Carratraca, que solo estuvo operativa entre 1966 y 1970. Al hablar de esmeraldas, la mina más importante vuelve a estar situada en África, concretamente, en el país de Zambia. No obstante, el mayor productor de esmeraldas del mundo es Colombia. Su producción supone al menos un 70 % del mercado global, algo nada desdeñable. Los rubíes también tienen su casa en el continente africano, la mina de Montepuez (Mozambique) genera mil millones de dólares en granates cada año. Sin embargo, los mayores depósitos de este cristal se localizan en Birmania; la turbulenta política del país complica su explotación, por desgracia. La última de las piedras clásicamente consideradas preciosas, el zafiro, procede a menudo de Sri Lanka, Tailandia, Birmania, Tanzania, Kenia, Nigeria, Madagascar o Afganistán. Las semipreciosas, al ser tantas y tan diversas, se encuentran por mil y un lugares, demasiados para resumir someramente aquí.

El origen humano de las joyas


Como se indicó al inicio, estas piedras naturales no serían lo que son sin el tratamiento experto de gemólogos y joyeros. Es la talla, engaste y diseño lo que eleva unos meros cristales en bruto a bellas alhajas que todos querríamos disfrutar.